“No existe ningún lugar más apropiado para la enseñanza del Evangelio que el hogar. Sólo allí los niños pueden aprender la naturaleza de la vida familiar tal como la creó nuestro Padre Celestial. En las noches de hogares familiares, cuando se reúne la familia, se establece el espíritu para todas las experiencias familiares. Los que tienen este espíritu entre ellos descubren que es la fuente de su mayor gozo” (véase La Primera Presidencia, Noches de hogar [manual, 1971], pág. 4).
Estas enseñanzas ayudaran a nuestros hijos a que logren sus metas escolares porque han adquirido habilidades y experiencias que pondrán en práctica en sus asignaciones académicas.
La noche de hogar familiar suele incluir la oración, el canto de himnos y canciones, la lectura de las Escrituras y la discusión de temas familiares. Es una forma en que los padres pueden compartir instrucciones específicas sobre los principios del evangelio y otros deberes pertinentes de los niños a los padres, a la Iglesia, a la sociedad y a la nación. Los padres a menudo modifican sus lecciones semanales para acomodar a los niños pequeños, utilizando canciones, historias y juegos. Por lo general, se sirven refrigerios ligeros (¡para deleite de los niños!). En la mayoría de los hogares, las tareas se rotan a través de los miembros de la familia, dependiendo de las edades. Algunos dan oraciones, otros comparten pensamientos espirituales, otros coordinan música, juegos o refrigerios, y otros se asignan para dar la lección.